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Somos una empresa familiar de Mendoza, dedicada a la propiedad intelectual desde 1950.

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Estudio Cúneo

Hace 70 años asumimos el desafío de poner en valor las buenas ideas de las personas; de incentivar la inventiva y ser partícipes de posibles procesos de cambio. Porque – podemos dar fé - un pensamiento, una idea que es gestionada adecuadamente, puede derivar en un proyecto de vida.

Se dice, y nosotros adherimos al concepto, que las grandes ideas surgen en situaciones de crisis. Agregamos a esta sabiduría compartida, que es en estas situaciones cuando aparecen los héroes y las heroínas de sus propias historias; a ellos y a ellas los acompañamos en ese nuevo camino.

En Estudio Cúneo apoyamos la creatividad y lo genuino.

Somos una empresa mendocina, nacida al pie de la Cordillera de los Andes, embebida en los significados y valores de los pueblos andinos: la solidaridad, el esfuerzo y el respeto a la palabra. La montaña mendocina, magnífica e inasible, franca e irrefutable, nos inspira.

Sobre la propiedad intelectual

Marcelo Funes, vecino de Uspallata

La propiedad intelectual nos permite tener un registro de aquello en lo que cada ser humano puede destacarse; en ciencia, cultura, arte. Nos sirve para saber, además, cómo pensaban en una época. Hoy vivimos en un mundo globalizado donde las redes sociales y las formas de comunicarse no tienen límite, ni tampoco tienen validez desde el punto de vista de la fuente.

La propiedad intelectual te permite tener la certeza de que quien expresó algo lo hizo con absoluta responsabilidad. Y es ahí donde uno puede sostenerse para poder crear, sobre lo que dijo esa persona, una idea un poco más amplia.

Una idea que se registra, si no es dañina para la humanidad, siempre va a ser algo positivo. Porque existen símbolos y libros que son destructivos para el ser humano. Creo que la propiedad intelectual tiene que ver con el aporte que una persona pueda hacer a la humanidad; un aporte que, a su vez, le permita a esa persona sostenerse.

La montaña mendocina y las ideas

Escribí mi primera novela sobre una parte de mi vida, en forma metafórica, y la titulé “El vuelo del cóndor”. Fue una forma de expresar algo que la vida me enseñó: que cuanto más alto uno vuela, el horizonte se amplía mucho más. Y cuando uno se acerca más al sol, el calor es mucho más fuerte. Mientras más volemos, menos posibilidades tienen otros de cascotearnos. ¿Qué es volar?, ¿qué es subir a la montaña? Significa caminar hacia arriba, buscando lo que el hombre busca en forma permanente: la verdad. Y es allí donde nos encontramos con algo supremo, que está por encima de todos nosotros, y que es la propia creación.

Orar en la montaña es, quizá, la forma más dura y dolorosa de orar. Y es tan árida la oración, tan dura, como la misma montaña; como la piedra, como la sequedad del ambiente. Yo creo que es cuando uno más se acerca a Dios. Quien cree que hacer montañismo es subir y bajar, y sacarse una foto en la cima, no conoce los límites. En la montaña uno conoce los límites. La montaña puede darnos una actividad deportiva, pero también es un ejercicio espiritual e intelectual. La montaña te acompaña, pero también hay que respetarla.

Respirar el aire de montaña te permite ver las cosas de otra manera. El ruido de las hojas en las arboledas que se asemeja al agua que corre, el sonido del viento en la noche, te dejan ir a lo más profundo de tu alma.

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Propiedad intelectual

Mario, vecino de Uspallata

Propiedad viene de “propio”, de “mío”. Implica haber logrado ser dueño de algo, de una creación; un premio al esfuerzo, a la dedicación, a la ambición bien vista. Es resguardar lo que uno pudo hacer frente a quienes no tienen inventiva o no tienen ganas de esforzarse y pretenden hacer lo mismo. Me parece importante que existan los registros de la propiedad para que se pueda distinguir qué es de uno y qué no; uno se lo ganó, uno lo logró.

La propiedad intelectual es esfuerzo. Y ambición. Inteligencia que está guardada en un lugar seguro. Si bien es para el uso de todos, quien primero debe recibir los frutos es el creador.

La montaña y las marcas

Es un lugar único que marca límites, porque no sabés qué hay del otro lado, pero la ves. Cuanto más grande se ve la montaña, mejor transmite lo que es; mayor es el respeto que se siente por ella, la admiración.

Creo que ocurre lo mismo con las marcas: son como una montaña. Marcan lo que son de acuerdo a cómo se ven, a la importancia que muestran. Y una vez que llegan a ser grandes se mantienen para siempre. Pasarán los hombres, las historias, las costumbres, pero la montaña se mantendrá. Es lo que pasa con las marcas que han tenido trayectoria: se convierten en “supermarcas”. Todo lo que esté bien hecho se ve y se va a ver siempre; y va a servir siempre. Por eso merece ser protegido por los registros.

Las marcas toman valor no por sí mismas, sino cuando llegan a lo alto gracias al esfuerzo que se puso en que esa marca se vea, se conozca y se valore. El valor está en el esfuerzo posterior; es como una culminación.

La montaña también protege. Cuando me fui de Mendoza sentí la desprotección; me sentía desnudo. La montaña siempre me daba el Oeste, me hacía sentir protegido, y cuando no la tuve me sentí un “Don Nadie”; no había una relación de pertenencia entre el lugar y yo, lo que sí ocurre con la montaña.

La marca, al igual que la montaña, protege y cuida, guía a quien la creó.

Aunque parezca un lugar inhóspito, la montaña nos permite sobrevivir: si uno busca, encuentra oasis, protección y, más allá del frío, también encuentra abrigo. La montaña es calma y es furia. Es abundancia. Es una fiesta visual permanente. Es un cambio de escenario todos los días. Cada momento vivido en la montaña es un momento único

Así también las marcas y las patentes pueden actualizarse. Todo es mejorable, todo puede cambiar, según va pasando el tiempo, pero siempre se mantendrá.

Propiedad intelectual

Todo lo que el ser humano pueda crear está primero en la naturaleza. El hombre mira, aprende de la naturaleza; prueba, experimenta y saca cosas nuevas; descubre algo que ya estaba en la naturaleza. Inventamos el avión: ya estaba en la naturaleza; inventamos la electricidad: ya había rayos, ya había energía estática. Todo lo que se ha ido transcribiendo como “invento” ya estaba en la naturaleza.

Quien descubrió algo no debe dejar de ser consciente de que aquello ya estaba en la naturaleza, ya le vino dado. Incluso su inteligencia le vino dada. Por eso, quien inventa algo debe ser generoso y devolverlo a la humanidad para el beneficio de todos. Existe el derecho de la humanidad de reclamar lo que era de la humanidad antes de que alguien lo descubriera; ya era de todos: era de la creación, ya estaba. Es un derecho humano también acceder a los inventos.

¿Crear de la nada? Sólo Dios crea de la nada. Los hombres creamos sobre algo que ya está y debemos ser generosos.

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