Propiedad viene de “propio”, de “mío”. Implica haber logrado ser dueño de algo, de una creación; un premio al esfuerzo, a la dedicación, a la ambición bien vista. Es resguardar lo que uno pudo hacer frente a quienes no tienen inventiva o no tienen ganas de esforzarse y pretenden hacer lo mismo. Me parece importante que existan los registros de la propiedad para que se pueda distinguir qué es de uno y qué no; uno se lo ganó, uno lo logró.
La propiedad intelectual es esfuerzo. Y ambición. Inteligencia que está guardada en un lugar seguro. Si bien es para el uso de todos, quien primero debe recibir los frutos es el creador.
La montaña y las marcas
Es un lugar único que marca límites, porque no sabés qué hay del otro lado, pero la ves. Cuanto más grande se ve la montaña, mejor transmite lo que es; mayor es el respeto que se siente por ella, la admiración.
Creo que ocurre lo mismo con las marcas: son como una montaña. Marcan lo que son de acuerdo a cómo se ven, a la importancia que muestran. Y una vez que llegan a ser grandes se mantienen para siempre. Pasarán los hombres, las historias, las costumbres, pero la montaña se mantendrá. Es lo que pasa con las marcas que han tenido trayectoria: se convierten en “supermarcas”. Todo lo que esté bien hecho se ve y se va a ver siempre; y va a servir siempre. Por eso merece ser protegido por los registros.
Las marcas toman valor no por sí mismas, sino cuando llegan a lo alto gracias al esfuerzo que se puso en que esa marca se vea, se conozca y se valore. El valor está en el esfuerzo posterior; es como una culminación.
La montaña también protege. Cuando me fui de Mendoza sentí la desprotección; me sentía desnudo. La montaña siempre me daba el Oeste, me hacía sentir protegido, y cuando no la tuve me sentí un “Don Nadie”; no había una relación de pertenencia entre el lugar y yo, lo que sí ocurre con la montaña.
La marca, al igual que la montaña, protege y cuida, guía a quien la creó.
Aunque parezca un lugar inhóspito, la montaña nos permite sobrevivir: si uno busca, encuentra oasis, protección y, más allá del frío, también encuentra abrigo. La montaña es calma y es furia. Es abundancia. Es una fiesta visual permanente. Es un cambio de escenario todos los días. Cada momento vivido en la montaña es un momento único
Así también las marcas y las patentes pueden actualizarse. Todo es mejorable, todo puede cambiar, según va pasando el tiempo, pero siempre se mantendrá.
Propiedad intelectual
Todo lo que el ser humano pueda crear está primero en la naturaleza. El hombre mira, aprende de la naturaleza; prueba, experimenta y saca cosas nuevas; descubre algo que ya estaba en la naturaleza. Inventamos el avión: ya estaba en la naturaleza; inventamos la electricidad: ya había rayos, ya había energía estática. Todo lo que se ha ido transcribiendo como “invento” ya estaba en la naturaleza.
Quien descubrió algo no debe dejar de ser consciente de que aquello ya estaba en la naturaleza, ya le vino dado. Incluso su inteligencia le vino dada. Por eso, quien inventa algo debe ser generoso y devolverlo a la humanidad para el beneficio de todos. Existe el derecho de la humanidad de reclamar lo que era de la humanidad antes de que alguien lo descubriera; ya era de todos: era de la creación, ya estaba. Es un derecho humano también acceder a los inventos.
¿Crear de la nada? Sólo Dios crea de la nada. Los hombres creamos sobre algo que ya está y debemos ser generosos.